Como cuando me enamoré de la ex de mi amigo...

Así, tal cual. Sé que suena como a nombre de algún caso en “El diario de Eva” pero no, esto es la vida real de una lesbiana adulta en el norte de Chile. Y esta es mi historia.
Con “la ex” nos conocimos por medio de mi mejor amigo, durante el verano.  Ellos tenían cerca de 2 años de pololeo juntos, y durante ese tiempo nos habíamos visto un par de veces en fiestas o tarderas en la playa. Los recuerdos de nuestros primeros encuentros son vagos, casi borrosos, así que por ahora solo diré que fuimos dos personas que compartían escasamente.
Así como con todas mis otras relaciones, eventualmente con ella comenzamos a orbitar mutuamente hacia la otra, de manera un tanto obsesiva y acosadora. De ese tipo de atracción que es abrumante, en la que tienes que verla todos los días o hablar con ella por algún medio de comunicación. Al principio simplemente hablábamos por hablar sobre temas irrelevantes, solo por mantener a la otra pendiente del teléfono o el computador. Yo por mi lado alimentando mis sentimientos que a la vez eran muy encontrados, sobre todo por mi rol como amiga y pretendiente al mismo tiempo; mientras ella buscaba en mí el descanso de toda la realidad que la rodeaba pero que no le satisfacía.
  La evolución del todo fue bastante rápida y de un momento a otro me vi hablando de su relación con mi mejor amigo, dándole consejos sobre cómo lidiar con sus problemas de compromiso y escuchando sus quejas sobre él por horas. En retrospectiva entiendo por qué ella me buscó, pues yo podía entregarle una perspectiva interna de lo que pasaba con él, una mirada desde el centro de sus problemas de pareja, ayudarla con su necesidad de mejorar su relación o de enmendar los problemas con los que venían lidiando desde hace un tiempo. O tal vez era más simple deshacerse de un sentimiento de inconformidad, llenándolo con algo nuevo y excitante, que desviara su mente y tal vez algo más.
Todas las relaciones son difíciles, desde las amistades a los amores de una noche, pero esto fue más difícil no solo por los sentimientos involucrados, sino porque fueron correspondidos. Ella gustaba de mi como yo de ella, con amigo/ex de por medio y todo.
Como se imaginarán, todo al principio fue miel sobre hojuelas, un romance muy compenetrado, y escondido. Yo intenté hacer de la “transición” algo más suave, me comporté de manera menos “lela” y traté de bajarle la intensidad. Ella tenía ese aire de comodidad en su relación conmigo, como si siempre hubiese estado en relaciones con minas, como si siempre hubiese besado de esa manera tan natural, sus manos se movían con esa ansiedad de encontrar lo que por mucho tiempo sintieron en falta y nunca en sus ojos vi una pizca de vergüenza o inseguridad, lo cual al principio me sorprendió. Ambas buscábamos ese espacio de intimidad en lo que teníamos, un entendimiento mutuo y un relajo de nuestras mentes pues dada la situación ambas estábamos divagando entre la culpa y el amor, lo que a su vez eventualmente nos llevó al drama.
Ella, dividida entre dar rienda suelta a lo “nuestro” se movía en un ir y venir de miedos y dudas, de manera que un día me pedía que yo tomara la decisión de terminar, que ella no podía seguir, y al siguiente me miraba profundamente y me repetía y aseguraba con convicción que siguiéramos juntas. Este tipo de situaciones produjo un desgaste entre las dos. Recuerdo que yo seguía intentando algo con ella, de tratar de llevar las cosas hacia una dirección donde no nos tuviéramos que preocupar por los resultados, y al principio ambas tratamos de manejar las cosas de manera que llegáramos a “buen puerto” y “orgánicamente” (como ella decía) poder eventualmente conversar del tema con su ex/mi mejor amigo.
Y como es la vida, las cosas no resultaron así. Al cabo de un mes de relación, ella comenzó a poner una distancia notoria entre ambas, cada día hablábamos menos, ella siempre con excusas, que llegaba cansada, que prefería no verme así y hasta cierto punto la entendía, trataba de ponerme en sus zapatos y entender que todo era un gran dramón sentimental, que terminaba por cansarnos mutuamente. Yo por mi parte decidí distanciarme de ambos por un tiempo, tratando de dejar espacio para que ella considerara las cosas, a la vez que pensaba en lo que eventualmente sucedería con mi mejor amigo, quien no estaba al tanto de nada y al cual sentía que estaba “engañando” con su ex.
Por supuesto que mi situación con él debía ser manejada de otra forma, y eventualmente decidí acercarme a hablar. Le dije solo parte de la verdad, pues no quería arriesgarme a perderlos a ambos por soltar la verdad de una. Era mejor que supiera que me gustaba su ex y que me hacía mal estar entre medio de los dos, a que se enterara de golpe que con su ex llevábamos 1 mes de estar juntas a sus espaldas. De cierta manera buscaba protegerme a mí misma de mi metida de pata, de la culpa de traicionar nuestra amistad, nuestra honestidad y confianza. Pero hay ciertas cosas de las cuales se puede escapar solo por un tiempo hasta que finalmente te alcanzan.
No estoy tratando de hacerla ver como una bipolar o loca de mierda y yo como la pobre víctima o a él como el angelito de la situación, ya que ambas sabíamos a lo que nos enfrentábamos. El problema fue que yo vi antes que ella muchas cosas que ella sólo aceptó y enfrentó al poco -muy poco- tiempo después: una fleta no saca a otro clavo, y ella seguía enamorada hasta las patas de su ex… del mismo a quién me juró de guata no volvería. Cierto día ella llegó a mi departamento a conversar, con los ojos llorosos me dijo que ya no podía seguir así, que ya no me quería de esa forma, que tenía que cerrar bien el “capítulo anterior”, que la perdonara y todas esas cosas que la expían a una de culpas y le pasan el bastón a la otra persona. Y así, el mes y algo de amor tránsfugo se acabó, y con eso mi tranquilidad por el resto del año también murió.
Y ahí quedé yo poh, con el colazón partido pensando y jodiéndome la cabeza dando vueltas las cosas para entender qué era lo que había salido mal – obviamente muchas cosas, por no decir todo- sintiéndome mala persona por todos lados, mala amiga, probablemente una mierda de amante que había aburrido a su mina, hasta comparándome sexualmente con mi amigo, recordando las cosas que ella me decía cuando teníamos relaciones, tirándole mierda a ella por meterse con una lela sin tener las cosas claras, y a mí misma también  por andar hueviando con una mujer en su etapa de “curiosidad”. Todas esas pajas mentales por las que una pasa cuando se termina una relación, pero distorsionadas al 100% porque tenía tanta información de ambos, que mi cabeza explotaba tratando de identificar en qué momento se me ocurrió meterme en tremendo problema y mi mente/cucharón colapsaban de tan solo pensar en volver a verlos juntos.
Eventualmente junté coraje y me encontré con mi amigo. A decir verdad, yo esperaba lo peor de la conversación, simplemente quería que todo acabara luego y poder avanzar. Hablamos las cosas y me sorprendió su tranquilidad y preocupación por mi más que por la situación que le conté, no esperaba ver que se sintiera más herido por la distancia que tomé luego del desastre, en vez de sentirse mal por enterarse de mi relación secreta con su ex. Nos sentamos en un bar del centro, con unas cervezas y hablamos por horas, a ratos solo silencio, a ratos preguntas y risas que eventualmente se convirtieron en una conversación normal entre dos amigos. Y la verdad me alegra mucho que haya sido así, pues no creo que hubiese sido capaz de soportar 2 pérdidas en tan poco tiempo. Obviamente la relación en si tomó un tiempo para volver a ser lo que era, pero de a poco volvimos a ser los de antes. Incluso llegó a vivir conmigo en mi departamento, pero eso es material para otro relato.
De ella supe poco luego que terminamos. La verdad no quería saber mucho y tuve que pelear muchas veces con mi corazón para no contactarla y tratar de buscarle una explicación o una solución a la situación. Mi pelea no funcionó mucho y hubo varias veces en que hablamos por WhatsApp y luego me terminaba odiando por débil y arrastrada. Cuando ya lo di todo por perdido y comencé a arreglar mi vida y mi amistad, dejé de buscarla y me dediqué a hundirme en la depresión y pena correspondiente. Pasó 1 año, algunas relaciones de por medio con sus respectivos quiebres y recaídas a pensar: “¿Qué hubiera sido si…?”. Hasta que el año pasado supe que estaba pololeando con una copia de mi mejor amigo.
Hace poco y mientras copuchaba el Facebook, me apareció una sugerencia de amistad, con una foto de ella y en sus brazos una bebé
All illustrations are drawn by Henn Kim.

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